A veces toca abrir
las puertas del invierno,
las puertas del frío,
de la desmemoria,
del adiós;
el corazón tarda en
congelarse
ante el dolor
de la pérdida
de los abrazos
nunca dados.
No hay peor abrazo
que el que esperabas dar
y ya nunca vas a dar,
un abrazo vagabundo
entre las corrientes
de un aire irrespirable.
No quiero respirar ese aire
y rebusco en los rincones,
también allí donde nunca miro;
pero no sé,
me puede la ignorancia,
dónde he puesto las llaves
que cierran
las puertas del invierno…
Es precioso!
Muchas gracias 🙂